La Gentrificación del Carnaval

Investigacion



Gentrificación es un concepto referido técnicamente a lo arquitectónico y a lo urbano, pero al implicar transformaciones sociales podemos aplicarlo a aquellos cambios culturales que signifiquen corrimientos poblacionales, ya sea en cuanto al espacio físico o su alcance y acceso.

Es un proceso que, con el argumento y la justificación de la renovación de un espacio popular, desplaza a su población original por parte de otra de un mayor poder adquisitivo. Así lo define también el diccionario de la RAE. Esto puede suceder a causa de su relación de precio, por su ubicación respecto polos de estudio o fuentes de trabajo, por cercanía a centros comerciales importantes, etc.
Funciona de esta manera: En una zona determinada vive una comunidad de nivel económico medio o bajo, cuyo establecimiento pudo ser por elección, descarte o directamente por políticas de ordenamiento; lo suficientemente cercano para la disponibilidad de la mano de obra, pero lo “convenientemente” apartado del centro comercial o residencial.

La renovación que mencionamos antes tiene que ver con la puesta en valor y oferta del territorio; un espacio cercano, tranquilo, probablemente con espacios verdes, oportunidades comerciales y perspectivas turísticas y económicas. La llegada de población de un estrato social más acomodado exige nuevos y mejores servicios, que elevan los costos, dificultando o imposibilitando la permanencia de aquella población original.

El carnaval montevideano atravesó este mismo proceso, en el territorio de los tablados y en la expresión artística y cultural propiamente dicha. Desde la década de 1980 y fundamentalmente a partir de la década de 1990 y en forma progresiva hasta el presente, ha acentuado algunas de sus principales características que ostenta desde hace más de un siglo y cuarto, como lo es la teatralización y el concepto de carnaval como oficio, a lo que se sumó el diseño y aplicación de políticas, programas y visiones de un carnaval de nivel artístico más “elevado”, y la integración de artistas, técnicos, gestores, jurados, etc. que arribaron en el escenario carnavalero, ya en forma natural, en busca de experiencia y/o crecimiento artístico, en busca de públicos, o en forma programada desde la propia gestión.

Esto tuvo como efecto inicial, reconocido, valorado y buscado, el crecimiento del carnaval como expresión artística, como representación de identidad, la jerarquización de los espectáculos y de los artistas, la idea de una cadena productiva de su economía, la expansión de su interpretación dentro y fuera de fronteras, etc.

El concepto de profesionalización del carnaval se instala, teniendo distintos alcances y significados para los diferentes actores, e impactando en artistas, técnicos, concurso, tablados, públicos, medios, barrios… en todo aquello que directa o indirectamente tenía alguna relación con Momo.

En mi barrio había cinco tablados. Hoy no hay ninguno. No eran aquellos anteriores abiertos, gratuitos, levantados en las esquinas por los vecinos; eran tablados generalmente en clubes deportivos, cerrados, a cielo abierto, con pago de entrada. Los primeros y los segundos con sus pros y sus contras. Los movimientos sociales, como siempre, son reflejados en el carnaval. Aquellos tablados bancados por boliche o cantina, con la publicidad de los comercios del barrio, ya no están. Los comercios y los boliches dieron paso a los grandes centros comerciales y los tablados a los grandes escenarios comerciales. La formación de públicos desde una perspectiva restringida de la gestión cultural, atrajo como en aquel ejemplo del territorio, a un estrato social distinto, que también exige y disfruta nuevos servicios, nuevas instalaciones, nuevas plazas de comidas, que dificultan o imposibilitan la participación de aquella población original.

Tal como aquellos espacios urbanos de los que hablábamos al principio del artículo, el Carnaval también se percibe como una oportunidad para diferentes emprendimientos de la industria. Los grandes escenarios se instalan en puntos de importante densidad de población o de alta frecuencia de transporte. Funcionan a escalas que multiplican las propuestas barriales anteriores y son mucho más atractivos para el nuevo público.

El carnaval no sale ileso. Muestra su elevación o su herida, según se vea, en cada rubro. Los personajes “creíbles”, los textos que cambian desde dónde se dicen y permite un análisis para un próximo artículo, las estéticas para primeros planos, se adoptaron términos de otras Artes tan distantes como esos que ahora nos parecen que nunca serán integrados al carnaval. etc.
¿Y en qué se evidencia esa descarnavalización? Fundamentalmente en los cambios que tuvieron que atravesar el carnaval y los carnavaleros para ser “aceptados” e integrados a los tiempos posindustriales.

La gentrificación consuma su proceso.

Algunas veces se busca hacer cosas para llenar los vacíos que se provocaron. Descuido y reivindicación; una no soluciona la otra: se suman; restan. Corsos, tablados de barrio, participación, alegorías, guerrillas de agua, festivales (aunque se llamaban distinto). Existían y eran marcas originales que quedaron por el camino, y una vez que su ausencia alarma, se hacen copias, repuestos imperfectos, aunque se reconoce que con la mejor intensión y preocupación.

No es una mirada romántica ni nostálgica; admiramos y disfrutamos los espectáculos de nuestro querido Carnaval. Pero consideramos bueno y necesario conocer los procesos que lo forjaron, y que todo lo que vemos tiene su explicación, su antecedente, su continuidad, su permanencia.

José AriSi

Foto: Tablado Multicolor del Cerro; colaboración Carolina Díaz Ruilópez